jueves, 10 de abril de 2014

EL JEREZ, NUESTRO VINO UNIVERSAL

Me confieso y declaro fiel seguidor del  insigne maestro Epícuro (Samos 341 - Atenas -270 aC.), pues creo firmemente , como él dejo dicho y escrito que "El destino del hombre es la felicidad"; y una de las escasas maneras de andar ese camino hacia la  Sabiduría -Felicidad suprema-  es a través del goce intelectual que experimentamos cuando nos acercamos y gozamos de las Grandes Obras de Arte;  que por su propia esencia espiritual, son  inmortales y eternas.... COMO LAS VIEJAS SOLERAS DE JEREZ. 


Siempre que nos toca evocar recuerdos de ese ayer, -para mí ya lejano-, y tratamos de confrontarlo con el hoy más actual, surge el tópico de enunciar que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, sin que necesariamente con ello invoquemos el vano deseo de repetir “viejas hazañas”. En el caso que hoy analizamos, y con la osadía del novato, me atrevo a aseverar que los vinos de Jerez no atraviesan hoy la época de gloria y esplendor de otros tiempos. Para ellos, sin duda cualquier tiempo pasado si fue el mejor. Ante esto, cabe preguntarse con perplejidad y nostalgia, acerca de las causas que han hecho desaparecer casi por completo estos nobles vinos de las más ilustradas barras y distinguidas mesas que solían ser feliz lugar para su mejor lucimiento y disfrute. Pero antes de entrar en el análisis de esta cuestión, que –aunque árdua-, prometo afrontar en una próxima colaboración, -si cuento con la oportunidad-, prefiero ahora resaltar, algunas cualidades de estos vinos y de su entorno. En primer lugar, el hecho de saber, poder y querer tomar una copa de buen jerez fue desde muy antiguo signo de distinción y elegancia, reservada las más de las veces a la clase noble y aristocrática. No corresponde –sin embargo-, en estos breves apuntes, hacer hoy un encendido y emocionado canto de todas cuantas virtudes y cualidades sobresalientes atesora este vino tan singular y a la vez de tan amplia tipología; pero si convendrá precisar de manera categórica que en una copa de buena solera jerezana se encuentran condensadas toda la historia y la cultura que desde las más antiguas civilizaciones hasta nuestros días, fueron legadas a este tesoro único que hoy es conocido y reconocido como vino de Jerez “All over the world”.

Los vinos de Jerez son la resultante de una serie de elementos y factores sabiamente combinados y genialmente plasmados en ese gigantesco cañamazo que es el tiempo. Me decía un viejo capataz amigo entrañable; rústico y senequista, hoy por desgracia desaparecido, y de quién aprendí todo cuanto sé, y principalmente la sencilla humildad que te abre los ojos a la verdad, que “Los vinos de Jerez se hacen solos... los hace el tiempo... y si acaso, no les viene mal un poco de cariño y la atención continua que les dediquemos en las bodegas”.

Los elementos y factores básicos a los que aludo quedan descritos de forma breve como sigue: los suelos de albarizas traen la profundidad y el misterio que el mar esconde. Son sin duda las grandes y eficaces administradoras del agua que reciben. A ellas debe el jerez su firmeza de carácter y elegante distinción.

Las sucesivas variedades blancas cultivadas en el marco, hasta culminar en el actual Palomino, perfeccionada constantemente por la tecnología genética de vanguardia, y de tan buen arraigo y aclimatación a estos suelos brillantes de cal y luz.

El clima tan apropiado, con 300 días de sol de promedio, y lluvias generalmente bien repartidas entre los meses de octubre y mayo. El caprichoso juego del viento de Poniente tan húmedo, acariciador y refrescante, cargado de sabores atlánticos, en permanente antagonismo con el viento de Levante, -africano y tarifeño-, con sus alas de plomo fundido que templan y curten las vides, volviéndolas recias y angostas hasta la extenuación.

Detalle del velo flor
Y claro está, todo ello guiado por una sabia viticultura pluricentenaria, integrada actualmente en las modernas prácticas del cultivo y laboreo de las vides. En un próximo trabajo hablaremos de vendimias y mostos; de vinos y bodegas, ya que por hoy es preciso poner punto y seguido.

Desearía concluir con un “adorno” al par que taurino y literario, en homenaje y recuerdo a mis dos ilustres y queridos amigos genios más contemporáneos. En primer lugar mi egregio paisano, Exmo Sr. D. Antonio Ordóñez, rondeño, torero insigne, que derrochó su arte y maestría sin igual siempre citando “de frente y por detrás”, Caballero de la Legión de Honor, ¡nada menos!, gran aficionado a los vinos nobles jerezanos y con quien pude compartir en sus últimos años hasta “media arroba de buen Palo Cortado” en su recreo rondeño del “Niño de la Palma”, cercano al pozo donde se depositaron las cenizas de Orson Welles... Y el muy ilustre e ilustrado D. Antonio Machado, sevillano y discípulo de D. Francisco Giner de los Ríos, también ilustre rondeño y fundador de la Institución Libre de Enseñanza. Lamentablemente para mí, más distante en la cronología, pero de quien aprendí entre otras muchas y hermosas enseñanzas que... “hasta que el pueblo las canta, las coplas coplas no son... ¡Ay si el pueblo comenzara muy pronto a conocer y beber el Jerez como las coplas de D. Antonio...!

Augusto Berutich Montesinos, Ingeniero Técnico  y especialista en vinos de Jerez 




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