Recuperar
la esencia y el espíritu de las primeras ediciones de Vinoble se presentaba
como un verdadero reto que, después de tantas vicisitudes acaecidas, podía
parecer casi imposible de conseguir. A mi juicio esta edición se ha manejado por esos
derroteros.
Con
Vinoble sucedió lo que con el festival de Eurovisión, que pasó de concitar el
interés general de mucha gente -aún recuerdo a toda la familia reunida en torno
al televisor, viendo las actuaciones y las votaciones,- a pasar por un periodo
de crisis casi letal, que ahora vuelve a repuntar gracias a los "Eurofans".
Pues algo parecido ha podido suceder con Vinoble; que gracias al tesón de los
"Vinoblers" y a la labor de unos cuantos "locos", la feria
ha vuelto a cobrar fuerza y pulso. Entre esos locos, quería destacar la labor
de cuatro de ellos muy relevantes: Juancho Asenjo, Cesar Saldaña, Patricia de
la Puerta o Luis Flor, que con su esfuerzo ímprobo, han dado a esta feria un
nuevo músculo de cara a un futuro próximo.
Mientras
escribía este breve texto, estaba repasando las crónicas que redacté para la
revista Terruños para la Fundación para la Cultura del Vino allá por el año 2004
sobre Vinoble y que aún recuerdo con la emoción con la que escribía en el tren
de regreso a Madrid. La titulé: "Vinoble 2004, un encuentro para el
placer" y escribía lo siguiente: "Para cualquier amante del buen
vino, de las reliquias líquidas, de los vinos dulces y generosos del mundo, así
como para los amantes del buen vivir, la tentación de Vinoble es irrenunciable;
el olor a albero fino y a las jacarandas de las calles jerezanas y sanluqueñas,
son una premisa y una invitación al disfrute (...) Buscando una buena sombra
para refugiarse de la canícula andaluza y con una copa en ristre, intentando
dar tiempo al vino, a que se exprese y nos diga todo lo que se ha callado
durante mucho tiempo en su retiro de cristal".
Era tal el estado de emoción que me suscitaron esos primeros Vinobles -he acudido a todas las ediciones desde que se inauguró en 1998- que siempre escribía mis crónicas desde la excitación a modo de cuaderno de viaje. Pero ya en la crónica de la edición de 2006, cuatro años después, tuve un pequeño "bajón"y titulé: "Vinoble 2006, un balance agridulce". Aquí apuntaba a un cambio de ciclo en la feria, que pareció ser un vaticinio que acabó cumpliéndose, pasando por un frenazo en 2012 que terminó con su desconvocatoria.
Y cuando
ya parecía que la feria renqueaba, que le faltaba la motivación y el fuelle
necesario para volver a ofrecer esa emoción a la que nos tenía tan mal
acostumbrados, llega la edición de 2018. Han vuelto a Vinoble los rostros, las
bodegas, la prensa internacional, las catas míticas y la organización, lo que
nos ofrece a los "Vinoblers" una imagen de moderado optimismo. Por
supuesto que quedan cosas por mejorar, pero con estos mimbres se podrá llegar a
lo que Vinoble fue. Porque esta feria esta llamada a ser grande o a morir; en
la excelencia no hay términos medios.
Así que
después de esta edición de 2018 mi condición de "Vinobler" continúa
intacta.
Textos: Alberto Coronado
Fotos: Abel Valdenebro®
No hay comentarios:
Publicar un comentario