miércoles, 13 de junio de 2018

Vinoble 2018. Aires nuevos, espíritu renovado


Recuperar la esencia y el espíritu de las primeras ediciones de Vinoble se presentaba como un verdadero reto que, después de tantas vicisitudes acaecidas, podía parecer casi imposible de conseguir. A mi juicio esta edición se ha manejado por esos derroteros.


Con Vinoble sucedió lo que con el festival de Eurovisión, que pasó de concitar el interés general de mucha gente -aún recuerdo a toda la familia reunida en torno al televisor, viendo las actuaciones y las votaciones,- a pasar por un periodo de crisis casi letal, que ahora vuelve a repuntar gracias a los "Eurofans". Pues algo parecido ha podido suceder con Vinoble; que gracias al tesón de los "Vinoblers" y a la labor de unos cuantos "locos", la feria ha vuelto a cobrar fuerza y pulso. Entre esos locos, quería destacar la labor de cuatro de ellos muy relevantes: Juancho Asenjo, Cesar Saldaña, Patricia de la Puerta o Luis Flor, que con su esfuerzo ímprobo, han dado a esta feria un nuevo músculo de cara a un futuro próximo.



Mientras escribía este breve texto, estaba repasando las crónicas que redacté para la revista Terruños para la Fundación para la Cultura del Vino allá por el año 2004 sobre Vinoble y que aún recuerdo con la emoción con la que escribía en el tren de regreso a Madrid. La titulé: "Vinoble 2004, un encuentro para el placer" y escribía lo siguiente: "Para cualquier amante del buen vino, de las reliquias líquidas, de los vinos dulces y generosos del mundo, así como para los amantes del buen vivir, la tentación de Vinoble es irrenunciable; el olor a albero fino y a las jacarandas de las calles jerezanas y sanluqueñas, son una premisa y una invitación al disfrute (...) Buscando una buena sombra para refugiarse de la canícula andaluza y con una copa en ristre, intentando dar tiempo al vino, a que se exprese y nos diga todo lo que se ha callado durante mucho tiempo en su retiro de cristal".

Era tal el estado de emoción que me suscitaron esos primeros Vinobles -he acudido a todas las ediciones desde que se inauguró en 1998- que siempre escribía mis crónicas desde la excitación a modo de cuaderno de viaje. Pero ya en la crónica de la edición de 2006, cuatro años después, tuve un pequeño "bajón"y titulé: "Vinoble 2006, un balance agridulce". Aquí apuntaba a un cambio de ciclo en la feria, que pareció ser un vaticinio que acabó cumpliéndose, pasando por un frenazo en 2012 que terminó con su desconvocatoria.

Y cuando ya parecía que la feria renqueaba, que le faltaba la motivación y el fuelle necesario para volver a ofrecer esa emoción a la que nos tenía tan mal acostumbrados, llega la edición de 2018. Han vuelto a Vinoble los rostros, las bodegas, la prensa internacional, las catas míticas y la organización, lo que nos ofrece a los "Vinoblers" una imagen de moderado optimismo. Por supuesto que quedan cosas por mejorar, pero con estos mimbres se podrá llegar a lo que Vinoble fue. Porque esta feria esta llamada a ser grande o a morir; en la excelencia no hay términos medios.

Así que después de esta edición de 2018 mi condición de "Vinobler" continúa intacta.


Textos: Alberto Coronado  
Fotos: Abel Valdenebro®

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