jueves, 23 de mayo de 2019

Bodegas Yuste y Herederos de Argüeso en la Caníbal.




Gabriel A. Raya nos trajo el lunes 20 de mayo Sanlúcar a Madrid con una selección personal de diecisiete vinos de las dos bodegas en las que lleva la comunicación: Herederos de Argûeso, un clásico desde 1822 y Yuste, una firma más moderna que recoge el testigo y las soleras de nombres históricos como Florido Hermanos y Pedro Romero con su serie de vinos Aurora. En el local Generoso La Caníbal vivimos un viaje largo e intenso por el camino del velo de flor, desde los ¨mostos¨ de sobretabla hasta el amontillado viejísimo y más allá. El remate fue tremendo, con una colección de “Soleras Olvidadas” que no se comercializan por su escasez y un póker de dulces naturales del marco: listán blanco dulce, moscatel, pedro ximénez y tintilla de Rota, estos dos últimos de soleras centenarias. Muchas gracias a las dos bodegas y también a su distribuidora en Madrid, Toni Martín Bodegas y Viñedos, que colaboró activamente en la cata.




EL CAMINO DE LA FLOR.

1.     Listán blanco tinaja bajo velo de flor 2018. Un “mosto” de los primeros días de vendimia elaborado en tinajas de 10.000 litros en la Cooperativa de Palomares en la zona de Trebujena. 10’5% de alcohol, acidez brillante, carácter herbal y calizo. La capa de flor fue densa y abundante y se nota.

2.     Listán blanco asoleado (cuatro días) de una viña vieja en el pago de Miraflores 2017. Aquí el velo fue breve y fino. El mosto fermentó en una bota de manzanilla pasada Aurora y alcanzó 15%. Su aroma recuerda el pan tostado y los dátiles, con leve dulzor en boca y un toque de avellanas saladas al fondo.

3.     Manzanilla Señorita Irene. Es la “joven” de Yuste con sus 4-5 años de edad media de la solera. Tiene tipicidad en clave ligera, con sabores de masa cruda de pan, almendra y anís.

4.     Manzanilla San León. Un clásico de Herederos de Argüeso que es un despliegue de flor fresca. Con sus 6 años promedio es sabrosa, muy leve en el paladar, umani y salina al tiempo.

5.     Manzanilla Aurora. Yuste rediseñó las soleras de Pedro Romero cuando compró la marca. Es muy seca y fina, oceánica y elegante y la flor asoma por todos sitios entre finos toques de almendra amarga y azafrán. Para Gabriel, en tiempos hubiese sido una manzanilla “olorosa”, digna hija de las botas y también de los toneles del Barrio Alto de Sanlúcar. “Su índice de acetaldehído está por las nubes”.

6.     Fino Señorita Irene en rama. Muy distinto a su manzanilla hermana, leve en peso pero lleno de sabor, procede de las criaderas del Fino Camborio de Juan Piñero y tiene ese acento campestre tan jerezano de romero, camomila y tomillo que se funde con los recuerdos de piel de limón y manzana verde.

7.     Manzanilla San León Reserva de Familia. Una selección especial de botas con algo más de edad que la marca base, ya que ronda los 9 años de promedio. Es una bomba de flor compleja y elegante, con un fondo vinoso y un cierre amargo sutil que pide nuevo trago.

8.     Manzanilla la Kika. Un icono de Yuste, una manzanilla pasada que “ha recorrido todo Sanlúcar y reposado en varias bodegas” y abre en copa algo arisca, ya con los tonos “orgánicos” de la flor declinante, de esos fondos de cabezuelas que van aportando complejidad y volumen a los vinos biológicos viejos, pero que luego en la boca reivindica una juventud radical muy alejada de sus aromas oxidativos de avellanas tostadas. El mundo oceánico de las soleras del Barrio Bajo sigue sujetando un paladar sabroso y potente de corazón salobre.

9.     Manzanilla la Kika Mágnum en rama. Una selección de tres botas (incluyendo una “bota punta”) que reivindica todo el poderío y la elegancia de la flor vieja. Entra en boca como un trago de agua de mar y va creciendo lentamente en sabores de frutos secos y panadería, siempre con mucha clase y el recuerdo de la levadura al tacto.

10.  Amontillado Aurora. Sus sobretablas son soleras de la Kika y mantiene su salinidad, su acento de puerto, pero en un formato amable aunque 19% de alcohol que refuerzan sus toques amaderados de vainilla y canela.

11.  Amontillado 1822 Solera Fundacional. Es el vino más viejo de Herederos de Argüeso, “uno de los amontillados más radicales de Sanlúcar y del Marco”, para Gabriel Raya y procede de doce botas en la bodega San León. Con un color ámbar rojizo, tiene una intensa sapidez y un toque salino ya en el límite. Su paladar etéreo, cortante y larguísimo, se llena de aromas de curry, frutos secos tostados y tabaco. Impresionó.




 LAS SOLERAS OLVIDADAS

12.  Oloroso Soleras Olvidadas. No se comercializa porque procede de unas pocas botas con largos años de crianza estática “a tocadedo” en el Puerto de Santa María, aunque puede comprarse en muy pequeñas cantidades por encargo si eres amigo de la casa. Con más de 23% de alcohol, es una navidad entera en la copa: pannetonne, polvorones de ajonjolí, dátiles, nueces… Denso, concentrado, pasa a cámara lenta por la boca y remata con un cierre tánico.

13.  Palo Cortado Soleras Olvidadas. Procede de una selección de 9 botas de entre 10.000, las únicas que la bodega estima que son verdaderos palos cortados y no olorosos finos ni amontillados oxidativos porque “ahora hay mucha demanda pero nosotros no estamos mintiendo”. Su estilo goloso creó debate. Tiene 23,8% de alcohol con la madera vieja redondeando sus sabores intensos de frutos secos, tabaco, guirlache, clavo y chocolate blanco. Su acidez volátil pone frescura y armonía.

14.  Listán Dulce 2016. Dulce natural de vendimia tardía cuya fermentación se interrumpe con un encabezado de alcohol a 65º, oloroso y raya. Es como un PX joven pero en versión “light” con su aire de mistela, su acidez bajita y un cuerpo que tiende a ligero.

15.  Moscatel Pico-Plata. El clásico chipionero que fue de Florido Hermanos mantiene su frescura inmaculada y floral, con un dulzor que no sacia y no cansa por su acidez brillante y por unos fondos de hierbabuena que refrescan el trago. Se producen apenas 1000 botellas cada 2 años.

16.  Pedro Ximenez Soleras Olvidadas. Procede de dos botas “no” de PX con algunos restos de vinos “de color”. Una textura así no se olvida, puro terciopelo con el tostado muy presente y un corazón de mermelada roja, en un cuerpo de sirope pero fresco y denso en el que los más de 400 gramos de azúcar residual se aligeran con la acidez volátil.

17.  Tintilla de Rota Soleras Olvidadas. La bomba de cierre, la traca final, fue un tinto viejísimo de nariz insondable, animal, cárnica, pero una boca espectacular, una explosión dulcísima pero muy bebible de sabores concentrados de pura crema de fruta sublimada.







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