martes, 21 de julio de 2015

LARGA VIDA AL VELO DE FLOR

En esta cata celebramos la onomástica del grupo y el comienzo de las vacaciones veraniegas. Los calores que se sufrían en esos momentos en Madrid nos hicieron tomar la decisión de catar solo mostos, manzanillas y finos aunque, al final, cayó también un Porto. De forma no exactamente intencionada, terminamos haciendo una cena muy cultural en la que visitamos las distintas etapas de la crianza biológica bajo velo de flor, desde el vino joven fermentado en bota añeja de manzanilla hasta el amontillado viejísimo, pasando por el blanco de sobretablas, la manzanilla fina y pasada, el fino y el fino amontillado. Todo un recorrido sensorial en torno a la levadura, el terruño de albarizas y el tiempo, ya que nuestro primer vino no tenía ni un año de edad y el último rondaba los cien.





En esta cata, tuvimos la suerte de contar con Juan Antonio Barrado, uno de los grandes expertos y comunicadores del mundo de la cerveza, hermanado con el del Jerez por muchas cosas más allá de la conexión levadura.


“Mosto” ZEREJ “0” 32/120.

No es una errata. En Sanlúcar le llaman mosto al vino joven, sin crianza. Este forma parte de una colección de cuatro vinos creada por Armando Guerra, de la Taberna der Guerrita, que representarían los cuatro estados de la crianza biológica: vino fresco, manzanilla fina, manzanilla pasada, amontillado. La uva procede del Viña El Hornillo, en el Pago San Miguel y es propiedad de la bodega “viñista” Viña de la Callejuela, mientras que la vinificación en bota vieja va a cargo de Ramíro Ibáñez. Destaca por sus tonos cítricos, yodados, minerales (calizas) y de hidrocarburos. En boca muestra muy buena acidez. Creemos que se alía muy bien con ostras. Pero todos opinamos que esta botella no llegó a la calidad de la catada en abril.




Alba sobre tabla 2013, Bota numero 2. Alba Viticultores.

Poco más de 11º marca este blanco sobretablas de Palomino fino de los pagos de Mahina y Miraflores, en Sanlúcar de Barrameda, fruto del equipo Alba, cuatro entusiastas del terruño con el enólogo Fernando Angulo como personaje más visible, y trabajado en “natural”, esto es: sin filtrados, clarificaciones ni adición de sulfitos. Se hicieron dos botas y una desarrolló flor, que es ésta, la número dos, finalmente embotellada en Agosto 2014.

Los aromas a lagar de sidra, propios de un vino “natural”, son intensos, también aparecen anises e hinojos y pomelo. Hay cierta turbiedad y la boca es muy fina, con postgusto mineral, un leve toque de velo de flor y algo que recuerda como a goma elástica (¿reducción?¿terruño?). La disfrutamos con sushi y fue un acierto.


Papirusa Manzanilla fina. Bodegas Lustau.

Digamos que este sería el vino más clásico de la noche, una “fina” con paladar seco y ligero gracias a unos 4-5 años promedio de crianza bajo velo de flor. Aunque Lustau-Caballero tiene sus instalaciones en el Puerto de Santa María, la manzanilla reposa en una bodega en Sanlúcar.

Tiene sensaciones de crianza biológica muy claras (acetaldehido, almendra) con delicadeza y un tono ligeramente punzante. Muy fácil de beber por su suavidad. Su unión con una ensaladilla rusa estuvo muy bien.





Manzanilla pasada Solear en rama Saca de Primavera 2015 Bodegas Barbadillo.

La “en rama” fundacional que salió al mercado en 1999, ya con el sistema actual de venta por suscripción y cuatro sacas anuales, que coinciden con las cuatro estaciones del año y que muestran las variaciones que se van produciendo en el vino con las fluctuaciones del velo de flor, más denso en los meses húmedos. Abrió con intensos aromas de frutos secos (almendra y algo de nueces) y se extendió en una boca muy ligera. El postgusto recuerda a la tarta de Santiago por sus notas reposteras de levadura y bollería.





Manzanilla pasada Solear en rama Saca de Invierno 2014. Bodegas Barbadillo.

Hemos ido siguiendo estas tiradas y las botellas de 37.5 no envejecen mal. Con más de seis meses en botella, ésta tiene una alta intensidad de crianza biológica, con tonos de curry y un recuerdo petrolífero. En boca es fresca, “gruesa”, sabrosa, con cierto volumen. Nos gusto más que la anterior botella. Ideal para acompañar con merluza a la romana con alioli, que ponga fuerza de sabor porque si no, es un vino con mucho poder frente al pescado.



Tío Pepe Fino en rama Edición 2015. González Byass.

Una única saca anual de sesenta botas (de entre las 20.000 de Tio Pepe) de las soleras históricas Constancia y Rebollo. Tiene más notas de juventud que las manzanillas anteriores, con recuerdos de frutos secos grasos (panchitos, anacardos..) manzana y pipo de mandarina. De boca fresca, gruesa pero equilibrada, muy “mosto”…quizás un poco crudo. Con un postgusto ligeramente amargo que lo hace muy largo. Su unión al wok de verduras es maravillosa y quizás la mejor armonía de la noche.




Fino en Rama Vintage 2006. Williams & Humbert (dos botellas).

Según nos cuentan en la bodega, Los Generosos tuvimos culpa de que se lanzaran a embotellar este fino tan especial, más bien un fino amontillado, creemos que el único con añada de todo Jerez. En la visita que nos ofrecieron en el último Vinoble, pudimos catarlo de la bota y, como gustó mucho, parece que nació la idea de vender una pequeña partida.

La primera de las dos botellas fue sublime, nos sentimos cenando en el Olimpo mientras la disfrutábamos: melaza, caramelo ingles, toffe, palolú, melocotón de viña, vainilla, turba, ligeros olores de oxidación que ampliaban su complejidad… Una nariz espectacular.

En boca es como un viejo vino blanco, nos recordó a los grandes riojas blancos clásicos, con poderío y sabores a bizcocho de jengibre. Se abrió una segunda botella, ya que en junio habíamos catado tres muy diferentes…snif, snif… nada que ver con la anterior: manzana asada, plátano, potito infantil, ciertas notas de oxidación…

Este vino lo definimos como un “Curro Romero”, alucinante a veces y otras muchas deja que desear. Y pensamos que puede haber sacas de diferentes botas que podrían no haber sido ensambladas antes del embotellado.




25 GF Viejísimo. ¿Amontillado? Bodegas Gaspar Florido.

El vino que cambio la cata. Este es un jerez muy viejo, con unos 80 años promedio en la solera a los que hay que añadir unos 20 en botella, ya que procede de un coleccionista particular. No indica estilo en la etiqueta y una búsqueda por la web lo ubica como oloroso, palo cortado y, la mayoría de las veces, como amontillado muy añejo. Las líneas de estilo, a estas edades, se desdibujan bastante. La casa posee la Viña el Armijo, en el pago Miraflores, de donde proceden la mayoría de sus mostos.

Muy cerrado, le costó abrirse. Todos encontramos un gran cumulo de sensaciones y experiencias, algunas difíciles de expresar, unas muy positivas, otras, no tanto…este vino hay que sentirlo…ligeras oxidaciones punzantes fueron dando paso a los olores a salazones, banco de ermita, madera de barco, humos, barnices, acetonas, cítricos, palomar, gallinero, verraco, sudor en el bosque, seducción, feromonas…

Boca fresca, con mucho umami, de textura muy amable, muy “fino” con una punta de alcohol, pero el resto de los componentes totalmente integrados y muy largo de postgusto.




Porto Quinta de Santa Eufemia Vintage 1999. 

La nota disonante que puso un poco de dulzura en una cata de pesos etéreos y paladares sequísimos: Violetas, gladiolos, pétalos de rosa, mentolados, mermelada de frambuesa, vainillas. Paladar dulce, fresco, de cuerpo medio, muy fácil de beber, de largo postgusto con sabores a bizcocho bien emborrachado con mermelada de frambuesa, que todavía puede aguantar algunos años más en botella.













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